1 nov 2012

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Después de este recorrido por el concepto de televisión educativa, el público infantil y los distintos modelos que existen a lo largo del mundo (especialmente el occidental), sólo es posible concluir con la convicción de que los modelos de televisión educativa escasean, y es buen ejemplo de ello el caso español.
Por ser nuestro país uno de los más afectados, sería interesante volver a poner en marcha un modelo televisivo de programación educativa y cultural con la finalidad de informar, formar y educar a la audiencia a la vez que estimular su interés por los diferentes ámbitos culturales y del saber. Esto supone una oferta desde la infancia hasta la edad adulta, es decir, no es tan complejo inculcar el gusto por la información del mundo y los informativos si de pequeño se le ha mostrado en una dosis justa y en un formato adecuado. Al telespectador juvenil no se le debe tratar como a un niño, sino usar fórmulas de un adulto compaginadas con las directrices adecuadas para su franja de edad.
Apostar por una televisión educativa es formar a la audiencia en sus diferentes niveles de edad para un resultado que siempre será positivo en la sociedad.

Tan sólo queda desear que las cadenas televisivas consigan alienarse un poco de la dinámica de mercado y  el comercio del espectáculo fácil para apostar por nuevas programaciones de carácter más cultural que puedan repercutir positivamente en la población que, el día de mañana, llevará esta misma responsabilidad sobre los demás.

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